1.12.08

Crónica: Niños viven una condena ajena


Ver a un niño ha evocado en las masas una mera sensación de ternura que es resulta difícil contener para quienes saben lo que es ser padres y para los que tienen vocación de formarlos. Aquello que emanan con su inocencia hace inconcebible pensar que tengan ellos que sufrir o estar inmersos en un lugar donde ellos no pidieron estar, ni hicieron nada para merecerlo. Este es el caso de niños que viven con sus progenitoras en los pabellones de las prisiones en territorio nacional.
Sus madres sin duda están en el lugar por distintos motivos, ya sea porque están tomando responsabilidad por sus actos o porque responden obligatoriamente a la ley como cualquier ciudadano que infringe las normas.
La sola idea de pensar que un pequeño se encuentre en un lugar encerrado con las rejas que formen parte de su diario vivir, lleno de limitaciones y dentro de un clima de altas tensiones por el resto de reclusas es un pensamiento aterrador y que causa mucha tristeza en algunos. Porque no es posible comprender como uno tiene al alcance de sus manos la posibilidad de jugar abiertamente sin preocupaciones más de las ordinarias mientras que otro está acostumbrándose a los espacios pequeños dentro de un solo lugar sin oportunidad de esparcimiento.

Algo que me impactó dentro de las notas publicadas sobre este tema, fue la declaración de una maestra (Vilma Pavón) que cuida a niños en una guardería de la cárcel en Quito..Ella menciona que su trabajo más importantes con los niños que viven en prisión con sus madres es darle todo el cariño y comprensión posible porque lastimosamente gracias al estado de ánimo empapado de frustración de las madres los niños sufren mucho de castigos, y al final los niños pagan los platos rotos. Según las madres ninguno de los pequeños llega a entender la razón por la que están ahí ni que sucede alrededor, lo que parcialmente puede ser cierto según las maestras y chicas a cargo de los infantes; sin embargo profesionales han dado su opinión mencionando enérgicamente que todo niño comprende y entiende todo; pero lo peor de todo es que estos se han creado una idea equivocada de lo que es una vida normal debido al encierro. Mas bien ellos lo llegan a tomar como una tradición por la costumbre desde que están pequeños.
Lo más aterrador para Patricio Saltos, psicólogo que ve de cerca ciertos casos similares es que "algunos" refiriéndose a los niños "ni siquiera le tienen miedo a la cárcel". El piensa que es un ambiente negativo y no se debe permitir que ellos permanezcan en un lugar así aparte por el peligro que significa estar en un centro como ese.
La situación es abrumadora, y no solo forma parte de una realidad nacional sino también ocurre alrededor del mundo. Es una verdadera pena, pero al mismo tiempo es alentador conocer que hay quienes luchan para que este injusto panorama cambie por el bien de los más indefensos.

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